Danny the Dog

Crítica

Diego Salgado

Hasta que Bruce Lee fue presentado en sociedad con "The Green Hornet" (1966) y "Marlowe: Un detective muy privado" (1969), la visión cinematográfica de los asiáticos en Occidente pasaba por la servidumbre o por Fu-Manchu. Con Lee el estereotipo cambió, aunque no para presentar a los orientales como personas, sino para dar cuerpo a la fascinación por las artes marciales y a la presunta filosofía que las rodea. En un mundo supuestamente globalizado y atento a la diferencia, el elemento humano sigue brillando por su ausencia.

Así, estrellas como Jackie Chan o Jet Li encarnan según su carácter a graciosos chicos de barrio o a autistas de gran capacidad atlética, pero tienen vedado el romance, el poder, casi hasta la palabra. Su psicología es curiosamente similar a la de los actores del cine mudo, niños perpetuos que a cambio de todo tipo de sufrimientos para lograr la aceptación ajena terminaban recibiendo una flor y una palmadita en la espalda.

Y desde luego no parecía Luc Besson el cineasta adecuado para dotar de personalidad o diferencia a "Danny the Dog", el nuevo asalto de Jet Li a las taquillas occidentales. El propio cine de Besson no constituye sino un compendio de lugares comunes y sensibilidad adolescente, con un toque según algunos de "sofisticación" francesa que no es más que estética publicitaria. Besson ha escrito un guión parecido a los de "Nikita" (1990) o "León, el Profesional" (1994), narraciones en torno a inadaptados de manual a los que redimía el amor.

Danny (Li) tampoco se halla muy integrado. Separado de su madre cuando era niño, ha sido criado por un mafioso (Bob Hoskins) como perro de presa que usa para extorsionar y cobrar deudas en el submundo criminal de Glasgow. Cuando Danny conoce a Sam, un afinador de pianos ciego (Morgan Freeman) y a su hijastra Victoria (Kerry Condon), siente latir dentro de sí al ser humano anulado tras años de maltrato. Su amo, por supuesto, no está dispuesto a dejar escapar a su esbirro más efectivo.

La dirección de "Danny the Dog" ha sido encomendada a Louis Leterrier ("Transporter"), que hace lo que se espera de él: visualizar de la manera más efectiva y efectista posible una historia que puede uno contar de principio a fin antes de entrar en la sala. El reparto está por encima de lo habitual, las peleas son lo suficientemente brutales, y los momentos emotivos respiran algo de verdad. Massive Attack y RZA aportan el toque de diseño. Pero en el fondo la película es "el mismo perro con distinto collar". A los aficionados a las bofetadas puede bastarles. Uno ha salido un poco decepcionado.

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