Transporter 2
Crítica
Diego Salgado
"Transporter" (2002) era una mala pelÃcula de acción cuyo único interés residÃa en su personaje principal, Frank Martin. Un militar retirado con merecida fama como conductor entre el crimen organizado gracias a tres reglas propias que seguÃa escrupulosamente: Nunca se cambian las condiciones del trato inicial. Nunca se dan nombres propios o ajenos. Nunca se fisga en el cargamento que se transporta. El actor Jason Statham conferÃa además a Martin cierto carisma. Pero ni eso ni cuatro escenas de persecución y lucha acrobática bastaban para soslayar la simpleza del guión ni la descarada publicidad de coches alemanes.
El éxito del filme ha propiciado una secuela que, podemos anticipar, no ofrece ninguna novedad ni mejora, salvo en el modelo del vehÃculo publicitado. "Transporter 2" nos presenta a Martin empleado en esta ocasión como chófer de un matrimonio millonario y mal avenido. El hijo de la pareja es secuestrado. Martin parece cómplice del entuerto para todo el mundo –excepto para la señora de la casa, que querÃa acostarse con él-, y habrá de resolverlo con la ayuda del detective francés Tarconi (François Berléand), que ya se paseaba por la primera parte. Descubrirán que el hecho es parte de una conspiración maquinada por un desecho de discoteca y una sicaria vestida para la faena con ropa interior, liguero, zapatos de tacón y dos ametralladoras. Ésta también quiere acostarse con Martin. Absolutamente ridÃculo.
Aquà es cuando los fans de este tipo de cine menean la cabeza y exclaman: "¡Ignorante! ¿No sabes que en una pelÃcula como "Transporter 2" lo importante no es el guión, sino las coreografÃas de lucha y las escenas de acción?" Efectivamente, los tÃtulos de crédito iniciales nos dicen que hay un encargado de dirigir los combates cuerpo a cuerpo (Corey Yuen, realizador de la primera parte), otro encargado de las persecuciones automovilÃsticas (Michael Waxman),y otro de hilvanar lo anterior con esos planos de relleno en los que se oye a los actores aullando, maldiciendo y hasta intentando dialogar.
Éste último es Patrick Leterrier, que en "Danny the Dog" –su ópera prima, también facturada por Besson- lograba que las bofetadas tuvieran alguna relación con la historia y cierta verosimilitud. Lo que debe haberle costado una buena reprimenda por parte de su jefe, ya que en "Transporter 2" él y los montadores se han empleado a fondo para hacer imposible vislumbrar quién atiza a quién con la manguera, cómo trepa el héroe de la lancha al autobús, cuándo aprendió a esquivar balas, dónde se apoya su coche para hacer el pino puente y si de verdad vale la pena el fÃsico de la terminatrix. Asà que los expertos en artes marciales y pelis de tiros tampoco van a encontrar ninguna escena destacable, de esas que les gusta archivar en su álbum de perversiones. En "Transporter 2" los personajes necesitan ocho planos para ceñirse el refajo. Como para entender lo que hacen cuando se juegan la vida.
Alguien deberÃa prohibir a Luc Besson escribir y producir pelÃculas que luego no dirija él mismo. Al menos si el autor de "Nikita" o "El Profesional" se pone tras la cámara esgrime un oficio visual que disimula lo endeble de sus historias. Cuando se limita sin embargo a escribir y/o producir Besson deviene –salvo excepciones como "Los Golpes de la Vida"- una máquina de bodrios marcados por una concepción graciosilla e infantiloide del espectáculo que hace llorar. Como en "Transporter 2".
El éxito del filme ha propiciado una secuela que, podemos anticipar, no ofrece ninguna novedad ni mejora, salvo en el modelo del vehÃculo publicitado. "Transporter 2" nos presenta a Martin empleado en esta ocasión como chófer de un matrimonio millonario y mal avenido. El hijo de la pareja es secuestrado. Martin parece cómplice del entuerto para todo el mundo –excepto para la señora de la casa, que querÃa acostarse con él-, y habrá de resolverlo con la ayuda del detective francés Tarconi (François Berléand), que ya se paseaba por la primera parte. Descubrirán que el hecho es parte de una conspiración maquinada por un desecho de discoteca y una sicaria vestida para la faena con ropa interior, liguero, zapatos de tacón y dos ametralladoras. Ésta también quiere acostarse con Martin. Absolutamente ridÃculo.
Aquà es cuando los fans de este tipo de cine menean la cabeza y exclaman: "¡Ignorante! ¿No sabes que en una pelÃcula como "Transporter 2" lo importante no es el guión, sino las coreografÃas de lucha y las escenas de acción?" Efectivamente, los tÃtulos de crédito iniciales nos dicen que hay un encargado de dirigir los combates cuerpo a cuerpo (Corey Yuen, realizador de la primera parte), otro encargado de las persecuciones automovilÃsticas (Michael Waxman),y otro de hilvanar lo anterior con esos planos de relleno en los que se oye a los actores aullando, maldiciendo y hasta intentando dialogar.
Éste último es Patrick Leterrier, que en "Danny the Dog" –su ópera prima, también facturada por Besson- lograba que las bofetadas tuvieran alguna relación con la historia y cierta verosimilitud. Lo que debe haberle costado una buena reprimenda por parte de su jefe, ya que en "Transporter 2" él y los montadores se han empleado a fondo para hacer imposible vislumbrar quién atiza a quién con la manguera, cómo trepa el héroe de la lancha al autobús, cuándo aprendió a esquivar balas, dónde se apoya su coche para hacer el pino puente y si de verdad vale la pena el fÃsico de la terminatrix. Asà que los expertos en artes marciales y pelis de tiros tampoco van a encontrar ninguna escena destacable, de esas que les gusta archivar en su álbum de perversiones. En "Transporter 2" los personajes necesitan ocho planos para ceñirse el refajo. Como para entender lo que hacen cuando se juegan la vida.
Alguien deberÃa prohibir a Luc Besson escribir y producir pelÃculas que luego no dirija él mismo. Al menos si el autor de "Nikita" o "El Profesional" se pone tras la cámara esgrime un oficio visual que disimula lo endeble de sus historias. Cuando se limita sin embargo a escribir y/o producir Besson deviene –salvo excepciones como "Los Golpes de la Vida"- una máquina de bodrios marcados por una concepción graciosilla e infantiloide del espectáculo que hace llorar. Como en "Transporter 2".
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