La vida secreta de las palabras

Crítica

Julio Vallejo

La necesidad de afecto y amor parece ser el hilo de conexión de las películas de la catalana Isabel Coixet. "Cosas que nunca te dije", su primer largometraje si no contamos la fallida "Demasiado viejo para morir joven", ya trataba ese tema y lo relacionaba, en alguna de las tramas del filme, con el dolor que provoca el abandono de la persona amada. Su siguiente largo, "A los que aman", abordaba una inmensa cadena de historias de amores no correspondidos. Por último, "Mi vida sin mí" volvía a hablarnos de los afectos a través de una joven con una enfermedad terminal que quiere dejar todo atado y bien atado antes de irse de este mundo.

Dispuesta a seguir ahondando en el tema, Coixet vuelve a indagar en su particular obsesión con "La vida secreta de las palabras". En este filme, la directora catalana narra la peculiar relación entre un empleado de una plataforma petrolífera, herido por una explosión y aquejado de un secreto que le corroe, y la enfermera que lo cuida, una chica con problemas de audición que no ha podido superar las secuelas que le dejó la guerra de los Balcanes. Ambos aprenderán a amarse y comprenderse en una pequeña habitación de una plataforma petrolífera a punto de ser abandonada.

Con su peculiar sensibilidad, la realizadora de "Cosas que nunca te dije" nos cuenta con sensibilidad la historia de estos seres heridos física y mentalmente. Con una sabia dirección de actores y la creación de una atmósfera íntima y triste, Coixet consigue que comprendamos la reacción de los protagonistas de su película. Por si fuera poco, las emotivas historias de los personajes que rodean a la singular pareja protagonista hacen crecer emotivamente el filme. La peculiar historia de amor entre dos marineros con esposa e hijos, los problemas comunicativos de un joven encargado de medir las mareas o la extraña melancolía del responsable de la plataforma ayudan a crear ese bello clima triste de toda la película.

Sin embargo, "La vida secreta de las palabras" no es una obra maestra. Pese a las enormes interpretaciones de todos los actores y de algunos momentos de alta intensidad emocional, la directora catalana parece, en algunos momentos, demasiado deudora de una estética publicitaria algo relamida. También molestan en exceso algunos diálogos un poco sentenciosos que en demasiadas ocasiones dan el filme un aire pedante. A pesar de ello, el cuarto filme de Isabel Coixet es uno de esos pocos filmes que no te deja la impresión de haber perdido el tiempo.

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