King Kong

Crítica

Julio Vallejo

Considerado por algunos como un maestro tras dirigir la trilogía de "El Señor de los anillos", Peter Jackson ha vuelto con otro proyecto de gran presupuesto: el remake de "King Kong", el clásico dirigido por Merian C. Cooper y Ernest Shoedsack en 1933.

Como ya pasara con los la adaptaciones de los libros de Tolkien, el cineasta ha convertido el material de partida en un perfecto disfrute de multisalas con algún que otro toque megalómano.

Quizá -y siempre desde mi modesta opinión- el gran problema de Jackson es creer en todo momento que está mejorando un original. La versión de 1933 pretendía ser sólo una película de aventuras y terminaba convirtiéndose sin quererlo en una película sobre el amor imposible que sentía un gran gorila gigante por una sensual rubia. Sin embargo, la producción de Jackson pretende ser más ambiciosa que su modelo y se queda en un potable producto comercial bien dirigido.

Como el original, el King Kong de 2005 cuenta la historia de un equipo de rodaje, encabezado por un ambicioso director, que se dirige a una peculiar isla donde se rodará una película de aventuras. Allí, y tras un peligroso desembarque, los protagonistas se tendrán que ver las caras con unos indígenas nada hospitalarios, con unos animales no precisamente pequeños y con un grandísimo mono enamorado de la protagonista del filme. Sin embargo, y gracias al esfuerzo del guionista del largometraje, secretamente enamorado de actriz, la joven será liberada y el grandioso homínido se convertirá en un monstruo de feria en Nueva York. Allí, en la ciudad de los rascacielos, King Kong, tras liberarse de sus cadenas, luchará contra todos por conseguir a su querida humana.

Con este argumento, Jackson intenta crear un largometraje que sea a la vez un filme de aventuras y una película de amor a tres bandas. Como largometraje de aventuras, Peter Jackson triunfa en la espectacular lucha de King Kong con los dinosaurios o en la magnífica batalla entre el equipo de rodaje y los enormes insectos. Sin embargo, el filme se hunde cuando aborda de forma poco sutil y almibarada la relación entre el monstruo, el guionista y la actriz rubia. En definitiva, pese a tener más medios que el original y un metraje bastante mayor, el filme de Jackson tiene bastante menos encanto que el de Merian C. Cooper y Ernest Shoedsack, aunque sea bastante mejor de la versión del gran homínido dirigida por John Guillermin en 1976.

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