Gritos en el pasillo

Crítica

Julio Vallejo

Un cacahuete dibujante llega a un lóbrego psiquiátrico. Su misión será alegrar las tristes paredes de ese terrible lugar poblado de frutos secos caducados y doctores de muy poca confianza. Allí, el intrépido artista sabrá qué significa la palabra terror.

Con este delirante argumento, Juanjo Ramírez ha dirigido una ópera prima de la que Roger Corman, Jesús Franco y Ed Wood estarían orgullosos. Única e irrepetible, la película se ha ganado un puesto en el podio del cine bizarro español. Nunca un largometraje sacó tanto partido de los cacahuetes. Aquellos que pensaban que estos frutos secos no tenían fotogenia estaban equivocados. "Gritos en el pasillo" demuestra que incluso pueden protagonizar un filme.

Aquellos que me sigan en esta sección se quedarán algo patidifusos ante los halagos que lanzo a la cinta de Ramírez. Es verdad que la película no es el colmo de la profundidad y que algunos pasajes se pueden calificar como cutres. Sin embargo, y esto hay que tenerlo en cuenta, el realizador ha decidido expresamente entrar en la liga de esos largometrajes de serie B y Z que seguramente adora. En este sentido, "Gritos en el pasillo" es uno de esos filmes que puede vanagloriarse de estar tan cerca de sus propósitos iniciales como de sus resultados. En resumen, no da más de lo que ofrece: desprejuiciada diversión y cachondeo.

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