Entre copas

Crítica

Diego Salgado

En una de las últimas escenas de "Nixon" (Oliver Stone, 1995), el controvertido presidente se enfrenta a un retrato de John F. Kennedy y reflexiona en voz alta: Alos norteamericanos te amaron porque veían en ti lo que pretendían ser. A Nixon le odian porque ven reflejado en él lo que son@.

Alexander Payne apoya sus ficciones en unos personajes con los que es desagradablemente fácil identificarse, y a los que seguimos en bajadas a los infiernos que, como mucho, tan solo garantizan el haber llegado al autoconocimiento. Hasta que no llegan al límite de sus incoherencias y comprenden que se hallan abocados al abismo por sus propios errores, a Jim McAllister (Matthew Broderick en "Election"), a Warren Smichdt (Jack Nicholson en "A propósito de Schmidt") o a Miles Raymond y Jack Lopate (Paul Giamatti y Thomas Haden Church en "Entre copas") no se les permite alcanzar algo parecido a una liberación.

Tan solo el humor verdadero, el que surge de la angustia y el absurdo, hace que el espectador pueda aceptar unas historias que Payne desarrolla con valor y honestidad, pidiendo tan solo a cambio que el espectador acepte su propio reflejo con interés y con una sonrisa.

En esta ocasión, a partir de una novela de Rex Pickett que Payne y su co-guionista habitual, Jim Taylor, reconocen les ha hecho la mayor parte del trabajo (1), el realizador se ceba con dos viejos amigos de la universidad que, para celebrar la próxima boda de uno de ellos, emprenden un viaje de una semana por los viñedos del estado de California. Jack, un actor de pasadas glorias en series televisivas, confinado a los cuarenta en la publicidad, pretende que esos días le proporcionen el sexo despreocupado que terminará cuando se case. A Miles le basta con catar vinos y jugar al golf, angustiado como está por una separación traumática sucedida dos años atrás, y por un futuro como escritor en el alero.

Ambos pecan de egocéntricos, inmaduros y, podríamos atrevernos a escribir, de estúpidos. Payne los enfrenta a dos mujeres, Maya (Virginia Madsen) y Stephanie (Sandra Oh), que se comportan en la vida con naturalidad y e intentan sacar el jugo a cada situación. También al ambiente que Miles y Jack podrían disfrutar si saliesen de sí mismos, y que el director retrata con una estética que recuerda a la del cine europeo de los 70. Lo mejor, sin duda, en cuanto a los apartados técnicos, es la banda sonora de Rolfe Kent, una mezcla espumosa, a veces melancólica, de beat y jazz, que consiguió merecidamente una nominación a los Globos de Oro.

Por lo demás, las "hazañas" de nuestros protagonistas resultan anecdóticas y cargantes durante la primera mitad del metraje; el carácter de ambos roza lo grotesco. Interesan más otros elementos ya citados –las chicas, los vinos, los lugares y los paisajes-. En su segunda parte, "Entre copas" descubre sus cartas y crece hasta desbordar el ánimo del espectador, dejándole un sabor de boca agridulce. Y sus últimos minutos conjugan drama y comedia con maestría: Payne es capaz con elementos mínimos –la voz en off de Tom Joad (Henry Fonda), una panorámica que relaciona crudeza íntima con imágenes televisivas de Bush y Rumsfeld- de comentar la realidad y desvelar sus aspectos más inaprensibles.

A Payne no le da miedo denunciar la banalidad del cine norteamericano actual, y atreverse con otras rutas secundarias que pueden parecer tortuosas o inútiles a lo largo del trayecto, pero que se abren a nuevos horizontes interiores.



Notas

(1) "Seguramente haya sido la adaptación más fácil que haya hecho en mi vida. Extrajimos del libro gran parte del lenguaje y diálogos utilizados en la película, porque Rex ya había utilizado una forma de escribir muy cinematográfica". Declaraciones de Jim Taylor recogidas en el affiche nº 1201 de "Entre copas" editado por los Cines Renoir. Pickett es, además de novelista, director de cine ("California without end", 1984; "From Hollywood to Deadwood", 1989), y de hecho comenzó "Entre copas" como guión antes de dar a la historia un formato más literario.

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