El fantasma de la ópera

Crítica

Julio Vallejo

Andrew Lloyd Webber se ha convertido en uno de los hombres más importantes del teatro musical. Sus obras –casi enteramente cantadas de principio a fin- han conseguido conquistar al público de medio mundo. Prueba de ello son títulos como "Cats", "Jesucristo Superstar" o "Sunset Boulevard", peculiar versión teatral de "El crepúsculo de los dioses" (BillyWilder, 1950).

Sin embargo, y a pesar del éxito en los escenarios, las obras de Webber no parecen haber encontrado su sitio en las pantallas. En este sentido, ni "Jesucristo Superstar" (Norman Jewison,1973) ni "Evita" (Alan Parker,1996), las dos adaptaciones cinematográficas más conocidas del autor, pueden considerarse como grandes musicales. En este sentido, "El fantasma de la Ópera" parece que tampoco alcanzará el estatus definitivo de obra maestra.

Pese a la implicación del propio Webber en el proyecto, esta peculiar versión del musical basado en la novela de Gaston Leroux no consigue convencer. La razón principal la encontramos en la falta de inspiración de su director: Joel Schumacher.

Schumacher- que empezó en esto del cine como decorador y diseñador de vestuario- parece más interesado en el oropel y en la atmósfera barroca que en dar algo de vida a la historia de amor loco ente el Fantasma de la Ópera, un hombre desfigurado y huraño, y Cristine, la aspirante a estrella. En este sentido, y pese a alguna referencia nada disimulada a la mítica "La Bella y la Bestia"(Jean Cocteau,1945), el realizador es incapaz de inyectar verdadera pasión a una historia que pide a gritos desgarro y, digámoslo así, cierto desmadre. Por el contrario, y como sustitutivo, el realizador nos ofrece un bonito espectáculo de cartón piedra y diseño de vestuario.

Gran parte de la culpa de esta falta de pasión la tienen las horrorosas interpretaciones de Emmy Rossum, en el papel de la joven Cristine, y de Gerard Butler, encargado de encarnar al Fantasma. Ninguno de los dos parece creerse a su papel en la película y, por desgracia, su trabajo parece limitarse al de ser marionetas cantarinas.

Por último, y siguiendo con el tema de la falta de verdadera inspiración, Schumacher parece tener miedo de crear un verdadero espectáculo verdaderamente cinematográfico. Todo, absolutamente todo, esta rodado como si fuera un lujoso espectáculo para la televisión a la manera de aquellos "Grandes relatos" que nos ofrecía Tele 5 hace unos años.

En definitiva, y como era de esperar de un hombre que convirtió las películas de Batman en un pase de modelos, "El fantasma de la Ópera" es un espectáculo medianamente entretenido que gustará a viejecitas, amantes acérrimos del musical y gays adictos a la estética kitsch. El resto puede aprovechar para revisar las películas de Vincente Minelli o Stanley Donen.

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