Ray

Crítica

Julio Vallejo

Taylor Hackford es uno de los muchos artesanos que han poblado el Hollywood de las dos últimas décadas. En su carrera podemos encontrar atinadas adaptaciones de Stephen King ("Eclipse Total"), una sátira con aires diabólicos ("Pactar con el diablo"), manifiestos a favor del ejército (la ñoña "Oficial y Caballero") e insípidos thrillers ("Prueba de vida"). También en su trayectoria profesional se encuentran otras películas de carácter musical: la realización de un documental sobre Chuck Berry ("Hail! Hail! Rock n' Roll") y su trabajo en la producción de la biografía cinematográfica de Ritchie Valens ("La Bamba"). Dentro de este último grupo de filmes, el de grandes figuras de la canción de los 50, podemos incluir a "Ray", el último trabajo de Hackford.

"Ray" cuenta un fragmento de la vida del gran Ray Charles, una de las figuras claves de la música negra de la segunda mitad del siglo XX. Centrándose en el periodo comprendido entre los últimos años cuarenta y los primeros años 60, el filme narra la ascensión de un pobre chaval negro y ciego hasta la cumbre de la industria discográfica. Es, en definitiva, una película sobre el sueño americano. Sin embargo, y sin ser excesivamente original, "Ray" también nos relata los vicios de este gran músico: su adicción a las mujeres y a las drogas. En este sentido, la película se muestra sumamente moralista al mostrarnos lo malo que puede ser una "vida de pecado" y lo buena que es la vida familiar convencional. Para ahondar en las bondades de una vida hogareña, Hackford nos dibuja a Della Bea, la esposa del cantante, como una mujer abnegada y siempre dispuesta a aguantar cualquier infidelidad de Charles.

Dejando un lado las implicaciones morales del filme, "Ray" es un largometraje muy irregular que consigue cierta altura cuando nos muestra la energía que el músico alcanzaba en sus actuaciones y en sus grabaciones en estudio, pero que cae en lo más tópico al narrarnos, con numerosos flashbacks, la desgraciada niñez del cantante. En este aspecto, Hackford roza el ridículo en una escena onírica, en la que hace coincidir al cantante, ya en su etapa adulta, con su madre, fallecida cuando él era un niño.

En definitiva, "Ray" es una convencional película que sólo alcanza cierta emoción gracias a la excepcional interpretación de un soberbio Jaime Foxx, encargado de imitar al milímetro a Ray Charles, y a las excepcionales canciones del filme. El resto, por desgracia, nos recuerda más a un telefilme de lujo que a una película candidata al Oscar.

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