La maldición de la flor dorada

Crítica

Julio Vallejo

Zhang Yimou ha sido quizá el mayor estandarte del cine chino de las últimas dos décadas. "Semilla del crisantemo", "Sorgo Rojo", "La linterna roja", "Ni uno menos" o "El camino a casa", entre otras, le consolidaron como un mago de las historias de sentimientos y de la puesta en escena. Sin embargo, el éxito de "Tigre y Dragón", la entretenida película de Ang Lee, supuso un pequeño gran cambio para Yimou y otros cineastas chinos. Con aportaciones norteamericanas, el realizador de "Keep Cool" se convirtió en un creador de historias épicas filmadas con cierto preciosismo. Fruto de esta nueva etapa son "Hero" y "La casa de las dagas voladoras".Casi como una continuación de ellas se puede considerar "La maldición de la Flor Dorada".

Menos aventurera que sus dos predecesoras y con más elementos de melodrama, la película se pierde en un sinfín de intrigas palaciegas. La historia de una reina que intenta que su hijo mayor ocupe el trono de su reino en perjuicio del hermanastro de éste, un hombre fruto de la relación de su marido con su anterior esposa, es un verdadero culebrón bastante intragable. De esta manera, la película, rodada con la exquisitez visual a las que nos tiene acostumbrados Yimou, se convierte en una sucesión de hechos atropellados, donde hay cabida para los hijos secretos, los envenenamientos y las pasiones de todo tipo. Todo ello llevado por cierto desmelene muy poco propio de un Yimou que siempre había apostado por el drama antes que por el melodrama desatado.

En resumen, "La maldición de la Flor Dorada" debería ser el trabajo que tendría que servir para que Yimou se diera cuenta de que debe volver al cine íntimo y emocionante que le hizo famoso y dejar la épica para otros.

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