The descent

Crítica

Julio Vallejo

Lugares estrechos y escasamente iluminados, seres monstruosos o humanoides no precisamente cariñosos, y carreras sin interrupción. Estos son los ingredientes de muchas, muchísimas películas de terror. Sin embargo –y en esto hay que ser sinceros-, la película que mezcló estos elementos y le dio un nuevo valor de cara a la postmodernidad fue "Alien. El octavo pasajero". Tomando este modelo, y ambientando sus tramas en el espacio o en la tierra, muchos largometrajes han intentado imitar de una manera u otra esta obra maestra de los setenta. Entre ellas cabe destacar "La cosa", "The Relic" o la reciente "Creep". Precisamente, esta última tenía otro aliciente que parece gustar en el género de terror: el de las mutaciones o extraños desvíos en el ADN humano provocados por el incesto, la medicina o el medio ambiente. En este sentido, filmes como "Deliverance" o "Km. 666" han indagado con escalofriantes resultados en cómo la evolución humana puede crear verdaderos monstruos.

Fruto de la mezcla de la corriente tenebrosa al estilo de "Alien: el octavo pasajero" y de la corriente desviación genética del ser humano nace "The Descent", la segunda película de Neil Marshall, el responsable de "Dog Soldiers". A través de las andanzas de un grupo de seis amigas que decide explorar una cueva, el director realiza una más que interesante película de terror y un estudio de personajes más profundo que el de cualquier filme de género de los últimos años. En este último punto, Marshall decide tomarse tiempo para desarrollar la extraña relación entre Sarah (Shauna MacDonald), una mujer trastornada por la muerte de su marido y su hija, y Juno (Natalie Mendoza), una joven que tuvo un affair con el marido de Sarah. La extraña vinculación entre ambas y la relación que establecen las dos mujeres con las otros cuatro miembros del grupo crea algún momento de verdadera tensión y permite que los personajes no sean meros cuerpos dispuestos a ser el alimento de humanoides cavernícolas. Éstos, una mezcla de Golum y del monstruito de "Creep", son los encargados de zamparse a a todo el grupo de chicas. Sin embargo, y como suele ocurrir en la mayoría de las ocasiones en el terror actual, su mera presencia en pantalla produce más asco que verdadero terror. En este aspecto, el filme produce más escalofríos cuando intuimos su existencia que cuando los vemos en pantalla. Ahondando en el dilema de mostrar y no mostrar, el filme gana puntos cuando se centra en crear el clima malsano de la cueva y los pierde cuando nos muestra las sangrientas carnicerías de los desagradables monstruos. Es quizá esta tendencia hacia el gore, unido a ciertos golpes de efecto, lo que resta efectividad a una película curiosa y realmente entretenida.

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