Old boy
Crítica
Diego Salgado
Viendo esta pelÃcula, se acuerda uno de aquel chiste en el que un polÃtico, antes de un discurso decisivo, le confesaba a un camarada: "Dios mÃo, ¿qué voy a decirles? ¡Sólo se me ocurren estupideces!". Y el otro respondÃa con una sonrisa: "Pues no te olvides de gritarlas bien alto".
Y es que el boom de cine asiático que vivimos a principios del siglo XXI poco tiene que ver con el que, hace ya cincuenta años, propiciaron directores japoneses como Akira Kurosawa, Kenzi Mizoguchi o Yasujiro Ozu. Si en aquel entonces algunos films se abrieron paso en Occidente gracias al impulso de crÃtica y festivales, que supieron reconocer en sus autores un prodigio de sensibilidad y buen hacer, las pelÃculas orientales que podemos disfrutar hoy rompen en las salas al reclamo de frikis, otakus y demás consumidores de cultura basura, cuyas exigencias tienen más que ver con el espectáculo hiperbólico y sangriento, aliñado eso sà con unas gotitas de trascendencia que le presten al plato sabor a respetabilidad.
Por esa razón, no hay sitio en nuestros cines más que para thrillers violentÃsimos y pelÃculas de terror delirantes, cuya insustancialidad queda demostrada por la cantidad de variaciones, secuelas, remakes, y clones a que dan lugar, a veces en cuestión de meses. Productos que son devorados por un público local ávido de emociones fuertes, y estupefacto seguramente en muchos casos ante la pasión crÃtica con que son recibidas sus perversiones favoritas por aquÃ.
No se trata, por supuesto, de denostar sistemáticamente el cine de ciertas nacionalidades. "Ringu", "Dark water", "Audición", "La isla", "Hana-bi" o "Deseando amar" son excelentes. Pero si estamos de acuerdo en que gran parte de las pelÃculas procedentes de EE.UU. -o de España, sin ir más lejos- decepciona, serÃa conveniente mantener por coherencia el listón igualmente alto a la hora de juzgar "La maldición", "Memories of murder", "Hero", "2046" y otros muchos ejemplos de estrenos mediocres o frustrantes.
El que ahora nos ocupa, "Old boy", cumple a la perfección las caracterÃsticas que hemos apuntado previamente. Su premisa argumental es totalmente inverosÃmil: un hombre es secuestrado durante quince años por un crimen que desconoce. Lo que sucede cuando es liberado tampoco sigue un desarrollo lógico. Averiguar qué ha pasado, por qué, y cuáles son las consecuencias, es despachado en tres o cuatro monólogos –en vivo o en off- que remiten desproporcionadamente a un suceso escabroso de adolescencia. Lo importante para el co-guionista y director Park Chan-Wook es "forzar el elemento de tensión para que se produjeran explosiones de rabia" (1) y que el espectador sienta "la catarsis del acto vengador" (2).
AsÃ, durante ciento veinte minutos el sufrido protagonista grita, escupe, sangra, golpea las paredes, intenta suicidarse, es sometido a hipnosis, se come un pulpo vivo, amenaza a sus enemigos con devorarlos, vence en batallas contra veinte matones, arranca dientes, recibe cajas con miembros amputados, es gaseado a discreción, lame los zapatos de su enemigo, se automutila... y alcanza la paz interior.
Para expresar la desesperación de una situación extrema no es necesaria semejante explosión histriónica, que sumada a la arbitrariedad ya citada de los acontecimientos hace que uno esté pidiendo la hora a la media de metraje. La realización contribuye al hastÃo con una "brillantez" que no viene al caso o contradice la presunta profundidad de las emociones que se nos pretende transmitir –véase, por ejemplo, la trayectoria de un martillo dibujada sobre la imagen, o la interminable pelea filmada con un travelling lateral-.
Los adoradores de este tipo de films ("Old boy" ha llegado a ganar el Gran Premio del Jurado en el último Festival de Cannes) claman que sólo gracias a las pelÃculas orientales pueden seguir creyendo "que el cine existe [...] por encima de la lógica de historias y argumentos [...] saltándose modelos narrativos que a nosotros nos han sido dados como "clásicos" [...] gracias a un poder visual impresionante, definitivo, radical" y a pesar de la ceguera "de un buen número de espectadores y crÃticos sin espÃritu de aventura ni horizonte estético alguno" (3).
Pues bien, desde su poltrona apolillada, el abajo firmante deja constancia del tedio que le producen experiencias como "Old boy", que parecen escritas y dirigidas por niñatos que para llamar la atención de papá y la pandilla sólo saben recurrir a levantarle la falda a la hermana, comerse los mocos en público o darle un capón al maestro.
Notas
(1) http://www.fotogramas.wanadoo.es/fotogramas/NOTASPROD/3250@NOTASPROD@0.html
(2) http://www.zinema.com/pelicula/2005/oldboy.htm
(3) http://www.generacionxxi.com/temas/cines.html
Y es que el boom de cine asiático que vivimos a principios del siglo XXI poco tiene que ver con el que, hace ya cincuenta años, propiciaron directores japoneses como Akira Kurosawa, Kenzi Mizoguchi o Yasujiro Ozu. Si en aquel entonces algunos films se abrieron paso en Occidente gracias al impulso de crÃtica y festivales, que supieron reconocer en sus autores un prodigio de sensibilidad y buen hacer, las pelÃculas orientales que podemos disfrutar hoy rompen en las salas al reclamo de frikis, otakus y demás consumidores de cultura basura, cuyas exigencias tienen más que ver con el espectáculo hiperbólico y sangriento, aliñado eso sà con unas gotitas de trascendencia que le presten al plato sabor a respetabilidad.
Por esa razón, no hay sitio en nuestros cines más que para thrillers violentÃsimos y pelÃculas de terror delirantes, cuya insustancialidad queda demostrada por la cantidad de variaciones, secuelas, remakes, y clones a que dan lugar, a veces en cuestión de meses. Productos que son devorados por un público local ávido de emociones fuertes, y estupefacto seguramente en muchos casos ante la pasión crÃtica con que son recibidas sus perversiones favoritas por aquÃ.
No se trata, por supuesto, de denostar sistemáticamente el cine de ciertas nacionalidades. "Ringu", "Dark water", "Audición", "La isla", "Hana-bi" o "Deseando amar" son excelentes. Pero si estamos de acuerdo en que gran parte de las pelÃculas procedentes de EE.UU. -o de España, sin ir más lejos- decepciona, serÃa conveniente mantener por coherencia el listón igualmente alto a la hora de juzgar "La maldición", "Memories of murder", "Hero", "2046" y otros muchos ejemplos de estrenos mediocres o frustrantes.
El que ahora nos ocupa, "Old boy", cumple a la perfección las caracterÃsticas que hemos apuntado previamente. Su premisa argumental es totalmente inverosÃmil: un hombre es secuestrado durante quince años por un crimen que desconoce. Lo que sucede cuando es liberado tampoco sigue un desarrollo lógico. Averiguar qué ha pasado, por qué, y cuáles son las consecuencias, es despachado en tres o cuatro monólogos –en vivo o en off- que remiten desproporcionadamente a un suceso escabroso de adolescencia. Lo importante para el co-guionista y director Park Chan-Wook es "forzar el elemento de tensión para que se produjeran explosiones de rabia" (1) y que el espectador sienta "la catarsis del acto vengador" (2).
AsÃ, durante ciento veinte minutos el sufrido protagonista grita, escupe, sangra, golpea las paredes, intenta suicidarse, es sometido a hipnosis, se come un pulpo vivo, amenaza a sus enemigos con devorarlos, vence en batallas contra veinte matones, arranca dientes, recibe cajas con miembros amputados, es gaseado a discreción, lame los zapatos de su enemigo, se automutila... y alcanza la paz interior.
Para expresar la desesperación de una situación extrema no es necesaria semejante explosión histriónica, que sumada a la arbitrariedad ya citada de los acontecimientos hace que uno esté pidiendo la hora a la media de metraje. La realización contribuye al hastÃo con una "brillantez" que no viene al caso o contradice la presunta profundidad de las emociones que se nos pretende transmitir –véase, por ejemplo, la trayectoria de un martillo dibujada sobre la imagen, o la interminable pelea filmada con un travelling lateral-.
Los adoradores de este tipo de films ("Old boy" ha llegado a ganar el Gran Premio del Jurado en el último Festival de Cannes) claman que sólo gracias a las pelÃculas orientales pueden seguir creyendo "que el cine existe [...] por encima de la lógica de historias y argumentos [...] saltándose modelos narrativos que a nosotros nos han sido dados como "clásicos" [...] gracias a un poder visual impresionante, definitivo, radical" y a pesar de la ceguera "de un buen número de espectadores y crÃticos sin espÃritu de aventura ni horizonte estético alguno" (3).
Pues bien, desde su poltrona apolillada, el abajo firmante deja constancia del tedio que le producen experiencias como "Old boy", que parecen escritas y dirigidas por niñatos que para llamar la atención de papá y la pandilla sólo saben recurrir a levantarle la falda a la hermana, comerse los mocos en público o darle un capón al maestro.
Notas
(1) http://www.fotogramas.wanadoo.es/fotogramas/NOTASPROD/3250@NOTASPROD@0.html
(2) http://www.zinema.com/pelicula/2005/oldboy.htm
(3) http://www.generacionxxi.com/temas/cines.html
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