Million dollar baby

Crítica

Julio Vallejo

Clint Eastwood es uno de los pocos cineastas actuales que pueden ser considerados como clásicos. Películas como "Bird", "Sin Perdón", "Los puentes de Madison" o "Mystic River" demuestran la maestría de un director centrado en plasmar sin ningún tipo de malabarismo unas historias donde los personajes y la trama son los grandes protagonistas de la función. En un mundo donde prima la estética publicitaria y los efectos especiales, Eastwood apuesta por unas tramas profundamente humanas narradas de una manera clásica y sin efectismos. En este sentido, el protagonista de "La muerte tenía un precio" es de los escasos realizadores que, sin caer en la sosería narrativa de los telefilmes, practican ese estilo invisible que hizo célebre a algunos realizadores de la época dorada de Hollywood.

"Million Dollar Baby" parece una nueva muestra de ese empeño de Eastwood por poner su oficio al servicio de una trama que es más de lo que simplemente parece. En este aspecto, la peculiar relación entre Frankie Dunn (el propio Eastwood), un prestigioso entrenador de boxeo, y Maggie Fitzgerald (Hilary Swank), una chica cuyo mayor sueño es ser una estrella del cuadrilátero, deja de ser exclusivamente una película sobre el mundo del boxeo para convertirse en una preciosa historia de amor paterno-filial entre los dos protagonistas, un padre sin hija y una hija sin padre. Con sumo cuidado, y siempre atendiendo a los pequeños detalles, el director nos habla de la necesidad de cariño que tienen dos seres destinados a perder. Casi como un acto de justicia poética, la vida les hace un doble regalo: el éxito en el mundo del boxeo y la constatación de que ambos se tienen el uno al otro. Sin embargo, el destino, caprichoso y cruel en muchos casos, les jugará una mal pasada y los volverá a colocar en la situación de eternos perdedores.

Con una sobria realización, una sabia utilización de la música y un guión más que interesante, Eastwood consigue humedecernos los ojos con una historia profundamente humana. Sin embargo, y sería injusto reconocerlo, la película no sería tan emotiva sin sus maravillosos trabajos interpretativos de un emocionante Eastwood, de una perfecta Hillary Swank y de un soberbio Morgan Freeman, encargado de interpretar a un antiguo boxeador tuerto siempre dispuesto a decir unas cuantas verdades al viejo entrenador.

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