Maria Antonieta

Crítica

Julio Vallejo

De vivir en este siglo, María Antonieta se hubiera reencarnado en Sofía Coppola. Al igual que la reina de origen austriaco, la directora forma parte de la realeza, aunque ésta tenga carácter artístico. Hija de uno de los reyes del cine americano (Francis Ford Coppola), musa del diseñador Marc Jacobs, prima de una de las mayores estrellas de Hollywood (Nicolas Cage) y de uno de los actores indies más de moda (Jason Schwartzman), Sofía ha demostrado que ella es la joven reina del cine norteamericano. Por si fuera poco, la hijísima ha compartido lecho con íconos de la posmodernidad (Spike Jonze, Quentin Tarantino) y espera un hijo de Thomas Mars, líder de los modernísimos Phoenix.

Con este background, Coppola aborda la biografía de María Antonieta como si se tratase de una pija del siglo XVIII. Sus problemas con los cotilleos de la Corte, las presiones que sufrió para que diera a Francia un heredero o los dispendios en caprichos son los principales puntales donde se sustenta esta especial visión de la esposa de Luis XVI. En este sentido, la responsable de "Las vírgenes suicidas" parece comprender el vacío existencial que muchas niñas bien sienten y que sólo llenan con costosos caprichos. Un aspecto que vincula a esta cinta con "Vida sin Zoe", el primer guión de la realizadora para el corto que papá Francis incluyera en "Historias de Nueva York".

Todo ello está envuelto en esa mezcla de maestría cinematográfica, videoclip y anuncio de colonia propia de la directora de "Lost In Translation". Una estética donde no hay lugar para revoluciones o profundidades políticas, y sí para la creación de ambientes, las sensaciones y las canciones new wave.

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