Los sexoadictos

Crítica

Julio Vallejo

En los últimos quince años, John Waters parecía haber perdido el toque trash de antaño. Aunque en "Cry Baby", "Los asesinatos de mamá", "Cecil B. Demente" o "Pecker" había cierta irreverencia, el genio extraño y trash de "Pink Flamingos" se había domesticado un tanto. Sin embargo, y gracias a "Los sexoadictos", el realizador de Baltimore vuelve a territorios más guarros, provocativos y decididamente alejados del buen gusto.

"Los sexoadictos" es, en definitiva, la respuesta del director de "Desperate Living" a la santurronería sexual que asola Estados Unidos. Las andanzas de una tendera de Baltimore (una divertida Tracey Ullman) que, debido a un accidente, se convierte en duodécimo apóstol de una secta de sexoadictos no parece un punto de partida precisamente convencional. Pero, además, Waters puebla su película de sus peculiares seres fuera de norma. Marca de la casa del director de Baltimore son el trío de ositos con ganas de marcha sexual, el policía con tendencia a vestirse de bebé, el cartero salido, la adolescente con grandes tetas, la ardilla viciosilla o ese hombre que se pone cachondo con la suciedad. Por si fuera poco, el autor de "Hairspray" pone al frente de este peculiar grupo a un iluminado obseso sexual (un divertido y siempre políticamente incorrecto Johnny Knoxville).

Contra este eje del bien, formado por los sexoadictos, Waters opone un eje de mal, formado específicamente por viejas malfolladas que desean que su barrio sea el paraíso de la abstinencia sexual. Este bando, lleno de reprimidos, es contra el que Waters parece dirigir todas sus pullas.

Sin embargo, y pese al fondo más o menos político del asunto, "Los sexoadictos" supone la vuelta de Waters a un cine de aire punk. La utilización de palabras malsonantes sobreimpresas en la pantalla, la tendencia a mostrar frontalmente cuerpos masculinos y femeninos desnudos, o el uso algo cutre de los efectos digitales nos reconcilian con el cine decididamente libre del mejor Waters, aquel director que pariera "Pink Flamingos" a principios de los setenta.

Pese a que la película no pasará a los anales del cine como una de las obras maestras del séptimo arte, Waters consigue hacer reír con la mayoría de sus gags. En este sentido, y siempre para todos aquellos que dejen el buen gusto a un lado, cabe destacar la hilarante escena en la que Tracey Ullman sostiene una botella de agua mineral con su coño. Igualmente divertida es aquella otra en que una mierda defecada desde un avión por David Hasselholff hace despertar sexualmente al personaje de Chris Isaak, el marido apocado de la protagonista.

En definitiva, "Los sexoadictos" es una divertida película que reivindica que, siempre que no se haga daño a nadie, follar es uno de los ejercicios más sanos para la mente y para el cuerpo.

Dato Freek: Ricki Lake, una de las habituales de John Waters, aparece haciendo un pequeño cameo como presentadora de su propio programa de televisión.

Comentarios

Publica un comentario Los comentarios deberán ajustarse al tema de la página, ser comprensibles, legibles, respetuosos y no repetitivos. No podrán albergar spam o cualquier tipo de publicidad comercial. Tampoco deberán contar partes importantes de una película.

No hay comentarios sobre la crítica