Camino (2008)

Crítica

Julio Vallejo

Javier Fesser, el mismo que dirigiera las entretenidas "El Milagro de P. Tinto" y "Las gran aventura de Mortadelo y Filemón", ha metido la pata hasta el fondo con "Camino". Inspirada supuestamente en hechos reales, el largometraje sigue los pasos de Camino, una niña de fuertes convicciones católicas que descubre el amor en los últimos meses de su existencia. Lo que no queda del todo claro es si ese sentimiento es por Dios, por un niño que, cosas de la vida, se llama curiosamente Jesús, o por ambos. En este ámbito de confusión más que de sugerencia se mueve una cinta lacrimógena, tontorrona y terriblemente aburrida. Fesser se recrea en las visiones de la joven de una manera cursi y poco inspirada. Tampoco termina de cuajar la crítica al Opus Dei, la organización que cree ver en la niña a una nueva santa. Sólo parecen funcionar algunos apuntes costumbristas, presentes en las conversaciones que Camino mantiene con su mejor amiga del colegio, y la sobrecogedora interpretación de Mariano Venancio, encargado de encarnar al sufriente padre de la joven protagonista. El resto es un risible y extraña puesta al día de lo que podríamos denominar cine de estampita, ese subgénero que tiene en "La canción de Bernadette" su referente espiritual y cinematográfico más evidente.

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